lunes, 3 de julio de 2017

El Sur, capítulo 1: Bariloche diez años después


O casi once, para ser más exactos.



Siempre tuve el deseo de, mochila al hombro, recorrerme la Patagonia de ambos lados de la cordillera. Pero cada año terminaba eligiendo otros destinos más lejanos para las vacaciones, y quedándome así el Sur en la lista de pendientes. A finales de mayo, por fin, aprovechando una oferta de LATAM de canje de kilómetros, me subí a un avión y fui rumbo al sur. Decidí que si no podía contar con el tiempo para recorrer toda la zona en un mismo viaje, iba a hacerlo de a poco, "por capítulos": un mes después, en junio, estuve en San Martín de los Andes, y en septiembre próximo voy a estar sacándome una foto junto al cartel del "Fin del Mundo" en Ushuaia. Sigo debiéndome el lado chileno. Ya lo voy a visitar.


La única vez en toda mi vida que había pisado el sur fue en julio de 2006, con motivo del viaje de egresados en las vacaciones de invierno. Conocí la nieve, esquié (lo odié), pasé frío, y estuve más tiempo en los boliches que en cualquier otro lado. No me acordaba mucho de esta ciudad (más allá del centro lleno de chocolaterías y fachadas de madera) cuando lo elegí como destino para una escapada a finales de mayo. Inicialmente quise ir a Ushuaia, pero las fechas disponibles por los kilómetros que tenía para canjear no me cuadraban, así que me decanté por Bariloche. Armé la mochila, me tomé el 45 a aeroparque, y me fui de viaje sola. Estuve ahí poco menos de 4 días, en los que hice lo siguiente:


Me hospedé en el Hotel Huemul,
un tres estrellas estilo "sur", con fachada y detalles de madera, con vista al lago. Mi habitación (standard) tenía una cama enorme y super cómoda, un escritorio al lado de la ventana que hubiera sido perfecto para bloggear si la conexión a internet hubiera sido mejor, un montón de espacio y un baño amplio, con ducha y bañera. Cada mañana me despertaba con esa vista y pensaba en que si algún día tengo el tiempo y el dinero para poder dedicarme a escribir un libro o un guión, lo haré en este lugar.




El hotel tiene una configuración medio rara, donde la planta baja es el piso más alto y las habitaciones están más abajo. Esta conformado por dos "edificios", conectados entre sí en partes. No todos los ascensores llevan a todos lados, hay que estar medio atento a eso. Tiene gimnasio, pileta y otras amenities que no visité, un restaurant en el que lo único que sirven es un menú fijo (no hay versión vegetariana) y un bar con mesa de pool y unos fichines en los espacios de descanso comunes, también con vistas al lago. Basicamente, todo tiene vista al lago:



El día que llegué lo hice alrededor de las 8 de la noche, con mucho hambre, así que comí ahí mismo. La carta del bar es escueta, con precios razonables. Esa noche coincidí con dos chicos que estaban haciendo un documental y las siguientes dos con algunas familias. No es un bar onda "noche", sino mas bien la antesala al restaurante. El personal de todo el hotel es hiper amable, sobre todo la chica del bar, a la que vi las tres noches que estuve en el hotel, ya que aunque no cenara ahí me gustaba sentarme en la barra, charlar y tomar té. Una joda bárbara lo mío. De hecho, estoy tomando té mientras escribo esto y me río sola al acordarme cómo una de las noches al "¿te sirvo otro?" respondí "no, ya tomé mucho, mejor me voy a dormir", como si habláramos de whisky y no de tazas de té.


El hotel no está en el centro propiamente dicho, sino a unas 10 cuadras. Es una linda ubicación, tranquila, pero cerca del centro, sobre una especie de calle/ruta que conecta el centro cívico con el "circuito chico" (el lugar donde están las montañas para esquiar). El desayuno es en el restaurante, con vista al lago. Las medialunas me parecieron muy buenas, el resto "zafaba". Dentro del hotel hay máquinas expendedoras de café a buen precio, y "enfrente" (cruzando y caminando media cuadra) hay un Havanna.


Paseé por el centro cívico,



donde, a excepción de las chocolaterías, estaba todo cerrado. Salí en búsqueda de alguna agencia de viajes para contratar algún tour para el día siguiente. Terminé eligiendo, en la única agencia abierta, una excursión de un día completo con una navegación por el Lago Nahuel Huapi y una visita al parque nacional. Me enteré allá que mayo y noviembre son los meses con menor movimiento de turismo. Mayo especialmente es "el momento más bajo de la temporada baja", y de hecho, muchos lugares tenían carteles que decían "cerrado del 1 al 31 de mayo". Entré en los pocos negocios que estaban abiertos, merendé en Rapa Nui (una gran decepción, el personal no daba a basto y me tuvieron como una hora esperando por un café y una torta que no era de lo mejor y por lo que terminé pagando caro) y recorrí la plaza del centro, que una década atrás me había parecido tan grande. Ahora solo había una señora con un perro San Bernardo, esperando turistas para venderles la foto, y un museo cerrado. Volví caminando por la costanera y sacando fotos.



Hice la excursión de navegación por el lago Nahuel Huapi, pasando por Puerto Blest:



Acá pueden ver las tarifas vigentes.



Es opcional el traslado del hotel al Puerto Pañuelo donde comienza. No pasan por todos los hoteles, yo tuve que esperar el micro a una cuadra, en otro hotel. También se puede ir en colectivo de línea (se paga con la sube). Si están en la zona del Llao Llao, pueden ir caminando;

No está incluída la tasa de navegación, a pagar en el organismo estatal antes de iniciar el tour propiamente dicho;




Hay que pagar aparte la entrada al Parque Nacional, que tiene precio reducido para jubilados y estudiantes argentinos;



También es opcional la navegación extra por el Lago Frías, en otra embarcación más pequeña. En un principio no la contraté, ya que en la agencia me habían dicho que podía hacer otras cosas durante esa hora y pico. La verdad es que cuando llegué a ese lugar, a los que no embarcábamos nos dieron unicamente la opción de esperar en el restaurante del Puerto Blest donde íbamos a almorzar luego, o bien "hacer caminatas" por el lugar, que era puro barro, además de frío. Quizás en primavera / verano sea más tentador, en otoño / invierno no, pagué en efectivo y me subí a la segunda embarcación.



Se desembarca en el límite con Chile, donde los que contrataron el cruce pasan por migraciones y siguen camino, y los que no estamos un ratito ahí, y regresamos;


Se puede almorzar en el restaurante de Puerto Blest. La carta es muy escueta también, las únicas dos opciones vegetarianas eran un sandwich o ñoquis, mi elección considerando que era 29. Uno puede optar por llevar una "vianda" y comerla abajo en el lobby del hotel, donde hay mesas, o bien en verano afuera, donde hay mesas tipo camping también.



Visité el museo del Parque nacional Nahuel Huapi
en el centro cívico, haciendo tiempo el último día. Entré un poco por curiosidad y otro poco por frío. La entrada es un bono contribución, que aparentemente no es opcional. No me hicieron descuento por estudiante tampoco. El señor de la entrada, que no se caracterizó por su simpatía, me preguntó de dónde era antes de cobrarme y dejarme entrar, y luego me ladró que el recorrido empezaba arriba. Subí. La primera parte consta básicamente de diarios de la época sobre el conflicto de límites con Chile, descripciones y elementos de las poblaciones indígenas pre-colombinas (Onas y Mapuches) y luego información de la campaña del Desierto. Todo esto muy antiguo, poco conservado, y nada didáctico.



Abajo hay una segunda parte un poco más moderna con gigantografías a color de las especies de la región, y varios animales embalsamados en escenarios que reproducen los reales. No me pareció que el museo valiera la pena, sumado a que un colegio estaba haciendo una visita, por lo cual tenía que ir esquivando niños mientras una maestra gritaba en un micrófono.



"Almor-desayuné" en un lugar adorable, Café Gino
que me gustó mucho más que Rapa Nui y las otras franquicias conocidas que hay en el centro. Tiene un cheese cake riquísimo, además de un ambiente re lindo: los "clientes de siempre" saludaban a los chicos -super simpáticos- que trabajaban ahí y se sentaban a leer el diario y pedir "lo de siempre", o bien se servían y se iban comiendo las medialunas mientras les hacían el café. Es un lugar chiquito con mucha personalidad, iría mil veces.


Y luego me tomé un remis al aeropuerto.
Les dejo los datos por si llegan a necesitarlos, el primer contacto es del muchacho que me llevó a la ida, super amable, y el segundo de la empresa en general:





Me quedaron algunas cosas pendientes, como comer en el famosísimo restó Familia Weiss, visitar la Isla Victoria y el bosque de arrayanes, o subir el Cerro Catedral en teleférico (cerrado cuando yo fui), cosas que quedarán para la próxima.

Uds. ¿estuvieron en San Carlos de Bariloche? ¿Qué lugar recomiendan?

3 comentarios:

  1. hola noeeee!!
    yo al reves de todo-el-mundo fui a bariloche muchas veces, pero nunca de viaje de egresados y nunca en invierno! Siempre en verano
    todo el sur es magico, en cualquier epoca. Extraño el centro civico :D
    ame el post!

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    1. Todo el sur es mágico, re coincido! <3
      No veo la hora de ir a Ushuaia. Te deseo muchas vacaciones en el sur! Y un hermoso finde :D
      XOXO

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  2. Cuando vuelvas a Bariloche nuevamente, nosotros publicamos todos los paseos que podés hacer en auto: https://www.correntosorentacar.com/blog/bariloche/recorrer/

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